Amo a Dios y le siento
en los pequeños milagros de cada hora:
en el fuego de la poesía, en el
dorado vuelo de la danza, en
los latidos blancos de la música.
Amo a Dios y ausculto latidos
de su pecho en el flujo y reflujo
del mar sobre la playa, en la
dulce marea de luz de las
vidrieras, en el duro chasquido
del relámpago, en las calientes
nanas de la lluvia.
Amo a Dios porque, a la luz
del Crucificado, voy descifrando
rutas, atajos de salvación por
las oscuras sendas
del sufrimiento.
en los pequeños milagros de cada hora:
en el fuego de la poesía, en el
dorado vuelo de la danza, en
los latidos blancos de la música.
Amo a Dios y ausculto latidos
de su pecho en el flujo y reflujo
del mar sobre la playa, en la
dulce marea de luz de las
vidrieras, en el duro chasquido
del relámpago, en las calientes
nanas de la lluvia.
Amo a Dios porque, a la luz
del Crucificado, voy descifrando
rutas, atajos de salvación por
las oscuras sendas
del sufrimiento.
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